Kora dice:
El otro día hablaba con unos amigos sobre el concepto de felicidad, y, salvo en que todos estábamos, obviamente, a favor, no hubo consenso en nada más. Para unos la felicidad era un estado de gracia, para otros, tenía que ver con la aceptación, algunos para ser felices requerían solo "pequeñas cosas" y otros... Pues uno hubo que hasta se acordó de Loquillo y para ser feliz pedía nada menos que un camión. Está claro que hay tantas definiciones de felicidad como seres humanos.
Yo siempre he pensado que la FELICIDAD con mayúsculas es algo pasajero, que su belleza radica, precisamente en su naturaleza efímera, pero que son esos momentos únicos y perfectos, los que, si somos capaces de apreciarlos, nos convierten en personas felices.
Y puede que esto que voy a decir ahora también sea una opinión personal y no una verdad absoluta, pero ¿no tenéis la sensación de que nos cuesta mucho menos compartir con los demás nuestros dramas, grandes o pequeños, que las alegrías del día a día? Yo creo que nos quejamos mucho, y no es que esté mal, es normal, te quejas de que la gasolina está muy cara, de que llueve, de que no quedaba tu talla en aquel vestido que te gustaba tanto, de que tu cumpleaños cae en miércoles, de que has engordado tres kilos, de que se te han caducado unos yogures en la nevera... ¿Pero cuántas veces le decimos a los demás "soy feliz"? Yo llevo algún tiempo intentando no guardarme esas cosas, expresarlo con la misma naturalidad con la que me acuerdo de toda la estirpe del cartero comercial cuando llama al telefonillo de casa a las ocho de la mañana.
Así, que vengo descubriendo desde hace un tiempo, que me gusta que la gente con la que estoy sepa, que en ese instante, en ese preciso momento, en ese lugar y con esa compañía, me siento dichosa y no podría pedir nada más. Si estoy sola, quizá en la calle, tomándome un café buenísimo para llevar, bajo un sol maravilloso, por ejemplo, me gusta almacenar ese recuerdo y luego, al encontrarme con mi pareja, contarle que por unos instantes he sido completa y absolutamente feliz. O quizá escribirle un SMS rápido, y así compartirlo en tiempo real. La alegría, igual que la tristeza, es contagiosa.
Supongo que habrá gente que piense que no tengo bien ajustada la dosis del Prozac, o que me he sobre-esforzado en clase de Yoga y no me llega bien la sangre al cerebro, pero si todos compartiéramos nuestros sentimientos positivos (y también los negativos, ¿eh? que a mí me gusta protestar como a la que más, y se me da de maravilla), creo que el mundo sería un lugar más agradable para vivir.
Me gustaría compartir con vosotros, que también sois mi entorno, aunque no pueda veros, que desde hace unas semanas soy muy feliz. Que atesoro un montón de instantes que son pequeñas maravillas de plenitud. Que me río a carcajadas más a menudo de lo que me quejo del trabajo (y ya es decir). Que estoy perdiendo el miedo a los proyectos, a hacer lo que realmente me gusta y a ser la persona que siempre quise ser.
Me siento tranquila, además de feliz, y aunque resulte difícil creerlo, esto no es el resultado de ninguna experiencia traumática: ni he mirado a la muerte a los ojos, ni parece que sea producto de un desarreglo hormonal, aunque no he ido al médico y tampoco lo puedo descartar.
Puede que tenga que ver con que mañana me voy de vacaciones, pero también os digo que tengo casi tantas ganas de volver de vacaciones como las tengo de irme (ahora que veo esta última frase por escrito, igual si que debería ir al médico, por si lo que pasa no es que esté eufórica, si no simplemente majara).
En fin, después de este cuerpo de post profundo a morir, quiero tranquilizaros: que sepáis que sigo siendo la de siempre y que voy a pasar una semana en Escocia con mi mejor amiga con la intención de catar todas las sidras que existan en el mercado, mirar con disimulo debajo de los kilts cuando se levante viento, comer comida basura hasta que nos den ganas de saltarnos el proceso de digestión y pegarnos directamente las porciones de pizza en los muslos. Y, por supuesto, a dejar todas las tiendas de segunda mano de la ciudad más arrasadas que el escroto de Casanova. He dicho.
Os veo a la vuelta, y os lo cuento todo con pelos y señales.
Kora.
Ps, He estado pensando mucho en qué imagen elegir para ilustrar la "FELICIDAD" con mayúsculas que da título a la entrada. Finalmente he escogido este autorretrato. Dios bendiga, una vez más, al mando a distancia de mi cámara.