Cold feet vs. Hot mind

Kora dice:

Ver  todas esas sandalias y peeptoes  en los escaparates en pleno invierno me ha hecho pensar. Lo primero que he pensado es ¿Se han galvanizado los pies todas las mujeres de este país y yo soy la única que se ha perdido esa promoción? Porque yo si voy con los deditos al aire a cinco grados, me pongo azúl, pero obviamente ellas no tienen frío. Que yo las miro fijamente cuando las veo por la calle a ver si les descubro algún gesto de sufrimiento mal disimulado… Pero en general no, la verdad es que parecen contentas. Está claro que la mente es más fuerte que el cuerpo.

Lo segundo que me ha hecho pensar ver todo ese calzado abierto combinado en los maniquíes con gorros de lana bien gorda, ha sido que ser mujer es una puta esclavitud las 24 horas del día. De nosotras se espera que estemos espectaculares de noche, trendys de día, que mantengamos un estándar de estilo en lo casual, que estemos perfectamente depiladas, maquilladas y peinadas  en toda ocasión, que llevemos lencería sexy… Y casi que estemos guapas hasta en pijama. Que tengamos el vientre plano y el culo turgente, la delantera inhiesta y la manicura y la pedicura hechas con mimo. Y no voy a entrar en el tema económico, aunque ya solo para cumplir un tercio de estas expectativas necesitaría un subvención estatal que triplicara mi sueldo… Es que tampoco creo que exista tiempo material en la vida de una mujer normal para intentar alcanzar todas estas -poco realistas- metas.

Y lo peor es que caemos en la trampa. Compramos la coure y vemos a Demi Moore y pensamos “yo quiero estar como esta tía cuando tenga su edad. Es más: yo quiero estar como esta tía ahora, aunque tenga 20 años menos que ella.” Pero no nos damos cuenta que lo único que tenemos en común con Demi es el tema de los cromosomas. A parte del presupuesto ilimitado, que hace mucho, Demi tiene tiempo ilimitado, porque ella no pasa 8 horas diarias en una oficina, no ha criado a sus hijos, no ha fregado un plato en los últimos 30 años y no camina más de 20 pasos por la alfombra roja con esos peeptoes de tacón inhumano, que luego nosotras nos empeñamos en comprarnos en versión low cost y sacarlos a una noche de fiesta que dura hasta por la mañana y acaba con una dramática vuelta a casa en el primer metro, con los zapatos en la mano y llagas hasta en las ingles.

Yo he decidido que me bajo de este tren. No quiero decir que a partir de ahora me vaya a cortar el pelo yo misma con las tijeras del pescado, ni que me vaya a confeccionar una túnica de arpillera e irme a vivir a una cueva. No. Pero no quiero encima toda esa presión para estar siempre prefecta. He oído mil veces “la culpa es de esta sociedad que es muy machista” pero no creo que esto tenga origen en el concepto de la mujer que tienen los hombres, esto nos lo hacemos nosotras solitas, porque mi novio no distingue un tacón chino de uno cubano y ni sabe siquiera lo que es una cutícula. Y como él, la mayoría.

Así que quiero dar las gracias a los gurús que decidieron que esta temporada se iban a llevar las sandalias porque gracias a ellos he retomado el contacto con la realidad y he decidido que quiero ser la mejor versión posible de mí misma, pero nunca dejar de ser yo misma, con mis cosas buenas y… Esas otras cosas.