Víctor dice:
Eso sí, ¡no todo iba a ser malo en Lille!. Después de haber dejado atrás a Usain Bolt en Charles de Gaulle y tomado asiento en el tren que tenía que coger y finalmente cogí, empecé a hablar con Samuelle (el chico italiano). Muy majo y su inglés muy gracioso. Era como si me estuviera hablando en italiano y me costó un poco entenderlo. He de confesar que a él le pasaba lo mismo, porque claro, el que nace en Oxford tiene ventaja con respecto al acento inglés. Yo de Madrid y él de Milán... pero a los 15 minutos ya nos entendíamos bien.
Eso sí, ¡no todo iba a ser malo en Lille!. Después de haber dejado atrás a Usain Bolt en Charles de Gaulle y tomado asiento en el tren que tenía que coger y finalmente cogí, empecé a hablar con Samuelle (el chico italiano). Muy majo y su inglés muy gracioso. Era como si me estuviera hablando en italiano y me costó un poco entenderlo. He de confesar que a él le pasaba lo mismo, porque claro, el que nace en Oxford tiene ventaja con respecto al acento inglés. Yo de Madrid y él de Milán... pero a los 15 minutos ya nos entendíamos bien.
Empezó a llover por la tarde (después de salir de las presentaciones de nuestros compañeros franceses y de haber estado en unas charlas acerca de lo que teníamos que hacer y de nuestras funciones allí). Y nadie me explicó que en Francia se hace lo mismo que en España. Si coges un charco y hay un peatón en la acera con cara de despistado, tu función como conductor es acelerar y coger bien el charco con la rueda. ¡Cuanto más mojas al peatón más puntos virtuales ganas en el juego de la vida!.
Y claro, al ir de blanco, como que no se notaba el manchurrón de agua en el pantalón...
En fin, como estaba lloviendo pensé, tampoco pasa nada, ya se secará... eso si, paré mi conversación en inglés con mi compañero italiano, para comenzar un breve monólogo en español con el conductor francés acorándome de hasta su perro Poupou...
Total, nos subimos al metro para dirigirnos al hotel que nos había puesto la empresa al italiano y a mi. Y claro, ¿¿qué es lo que te llama la atención en un Metro??, las señales de ¡cuidado con las puertas que tienen cuchillas y te parten en dos!. Tuve que hacer una foto a la pegatina de estilo Pop que tienen, me pareció de lo más ochentero.
Y pasamos a lo mejor... ¡¡¡Comida!!!
Me comí por la noche la mejor hamburguesa (después de la Jack Daniels del Friday's por supuesto). La hamburguesa campesina de Les 3 Brasseurs. Un restaurante recomendado por nuestros compañeros franceses al que decidimos ir a cenar. ¡Madre mía del amor hermoso!, ¡cómo estaba!. Cuando la vi dije... ¿y el pan?, pero una vez metido el tenedor y el cuchillo en el plato dije... el pan se lo pueden comer los cerdos. ¡La estropearía!. Huevo, patata cocida y luego frita, queso, carne, cebolla, champiñones y una salsa de no se qué (el francés no lo controlo). Pues bien, ¡sólo por comer esta hamburguesa repetiría un viaje caótico como el que tuve!.
¡Seguimos hablando de comida!
Aquí os presento a la "ensalada española" que me comí en Hippopotamus. Un restaurante donde fuimos con los franceses. Me pareció gracioso porque me llamó la atención la imagen (no sabía que la llamaban la ensalada española hasta que se lo escuché a la camarera). Pues bien, ¿qué tiene de español el jamón de pato, la espinaca y los huevos escalfados?. A mi que me lo expliquen, pero si quieres hacer una ensalada española... ¡échale chorizo, butifarra, tortilla española o morcilla de Burgos!. En fin, ¡lo que hace el marketing!. A todo esto, el restaurante estaba muy, pero que muy bien. Lo que no entendía era el nombre, y la carta de un hipopótamo naturista recibiendo al cliente:
El steak tartar que se pidió un compañero francés en el Hippopotamus:
Algo que me llamó, y mucho la atención, fue la carta de postres. Si por mí hubiera sido, hubiera pasado directamente de la ensalada y hubiera empezado por la carta de postres. Me enamoraron estos profiteroles rellenos de helado. Es una cochinada que haré en mi casa el día que me acuerde de comprar profiteroles y diferentes helados...
Aquí el azucarillo del café de Bistro Romain, el restaurante donde comimos el primer día. Me pareció "tan francés" que tuve que hacerle una foto:
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