Se dice que ya que no podemos elegir a nuestra familia, menos mal que si podemos escoger a nuestros amigos, pero yo nunca he tenido la sensación de escoger a los míos. Si no de haber sido escogida, a veces casi por la fuerza, aunque tampoco demasiada, porque el mismo entusiasmo que he puesto toda mi vida en hacer amigos, es el que he puesto para resistirme cuando alguien ha decidido honrarme con su amistad: entusiasmo nulo.
Pese a mi absoluta falta de interés, he de reconocer que he tenido mucha suerte. Víctor me escogió (puede que esperando que se le contagiara algo de mi asombrosa sangre fría para las entrevistas de trabajo), y lo que es aún más alucinante es que me sigue aguantando después todos estos años, aunque en algunos momentos no me soporto yo.
¿Qué es lo que hace que una amistad dure? ¿la lealtad? ¿los intereses comunes? ¿vivir con tu mejor y único amigo en una isla desierta? No lo sé, pero creo que lo que nos mantiene unidos a nosotros es el hecho que él es todo lo que yo querría ser, si fuese un hombre. Una versión peluda y muy mejorada de mí, en king size.
No se me ocurre nadie mejor con quien empezar un proyecto como este, porque hablar de todo un poco siempre es más fácil con quien estamos acostumbrados a hablar de todo, todo.
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